sábado, 7 de abril de 2012

CONTROL DE ESFÍNTERES

Cada niño tiene sus propios tiempos, tenemos que estimularlo positivamente y enseñarle, no exigirle. Los niños dejarán los pañales cuando están maduros biológica, psicológica y afectivamente.

El control de esfínteres es…
  • El resultado de un proceso que tiene idas y vueltas, como todo aprendizaje nuevo.
  • Hacerse cargo de la incomodidad y la tensión que significa controlar, aceptando que hay reglas básicas y conductas que esperamos de él.
  • Darse cuenta de sus necesidades, querer y ser capaz de controlar. Crecer…
Etapas que atraviesan los niños en su proceso de este aprendizaje
  • Hacen pis y caca en el pañal, sin mostrar ningún interés respecto al tema.
  • Avisan que se mancharon cuando ya están sucios.
  • Avisan mientras están evacuando sus esfínteres.
  • Registran la necesidad fisiológica de hacer pis y caca, avisando antes.
  • Tienen ganas, avisan y llegan al baño sin que se les escape. Pueden esperar.
Necesidades para lograr el control de esfínteres
  • Tener conciencia de sí mismo, utilizando YO y MIO.
  • Poseer lenguaje para comunicar.
  • Nociones de su esquema corporal básico (brazos, piernas, cabeza, …).
  • Reconocer las nociones de arriba, abajo, adentro, fuera, delante y detrás.
  • Experiencias de primeras elecciones (ropa, juguetes).
  • Haber tenido algunas despedidas previas (chupete, biberón, …).
  • Destrezas motrices que le permitan agacharse, girar, subir, bajar, saltar.
  • Tener habilidad para subirse y bajarse el pantalón solo.
Algunos datos para tener en cuenta
  • Por lo general comienzan a controlar primero de día y luego de noche.
  • Se controla primero la orina y luego las heces.
  • Existe "el shock de la primera vez", entre la primera vez que hace pis y/o caca en el orinal y la siguiente, puede pasar entre una semana y varios meses.
  • Las niñas suelen lograr el control más rápido que los varones.
  • El 90% de los niños controla esfínteres entre los 2 y 3 años.
  • El control definitivo se logra sobre los 6 años.
  • Ante cualquier situación especial es normal que se den retrocesos.

NIÑOS CON CONDUCTAS AGRESIVAS

Que los niños, peguen, empujen, muerdan, arañen,… son conductas que nos preocupan y aunque es un comportamiento normal alrededor del año y medio, es importante que se corrijan cuando aparecen para que no se conviertan en un hábito, y como tal, difícil de quitar.

¿Por qué se dan estas conductas y qué podemos hacer?

La forma más eficaz de tratar con este problema es entender que unas veces estas conductas aparecen por imitación, si el niño observa agresividad en los adultos, imitará estas conductas; otras veces son causadas por motivos tan distintos como:
  • Experimentar con el mundo, a esta edad la principal actividad del niño es experimentar y la mejor herramienta es su cuerpo. Si está experimentando dile con voz firme “no” y enseñale a la exploración sensomotora sin lastimar: tocando, oliendo, chupando... Proporciónele variedad de materiales para jugar y planea juegos activos con él.
  • Cuando se sienten disgustados o enojados se frustran, no saben que sienten, son incapaces de tolerar la situación y estas conductas le relajan. Si se frustran, expresa lo que él está intentando decirte y ayúdale a hablar y comprender sus sentimientos.
  • Están empezandando a descubrir a sus iguales y necesitan aprender a compartir. Si está empezando el juego cooperativo con otros niños, guía su comportamiento y refuerza sus habilidades sociales.
  • Por pura impotencia, si quieren conseguir algo y no saben como. Dale oportunidades para tomar decisiones apropiadas a su edad, que le den control de la situación, aplaude la adquisición de nuevas habilidades y el desarrollo de su autonomía.

Esta forma de relacionarse va desapareciendo con el desarrollo del lenguaje porque el niño podrá manifestar verbalmente sus sentimientos y emociones, pero a esta edad, la mejor manera de solucionarlo es intervenir inmediatamente.

Ante un incidente de este tipo; mordisco, golpe, arañazo, lo primero es atender al niño que ha sido agredido, calmarle y ofrecerle seguridad. Al que ha provocado el altercado, hay que hacerle entender que lo que ha hecho no está bien, que actuando así hace daño a su compañero y que no debe repetirlo.

Debemos mostrar a los niños cómo relacionarse con iguales jugando y compartiendo, y felicitarles siempre que tengan una conducta positiva con los demás. Para ayudarle a que aprenda a manejar sus emociones de manera diferente, hay que explicarles que los mordiscos y manotazos hacen daño mostrando gestos de disgusto, y enseñarles que como muestra de afecto hay que dar besos y abrazos.

Los adultos tanto en el ámbito familiar como en el escolar debemos hacer comprender al pequeño que estas acciones provocan dolor a los demás y mostrarle el modo correcto de relacionarse con iguales, enseñándole a resolver los problemas de forma adecuada.

Evitar etiquetar a los pequeños como malos, pegones o trastos. Los niños no son malos, lo que está mal es su acción y así hay que hacérselo ver. Ponerles etiquetas solo va a llevar a que se identifiquen con el papel y a reforzar ese comportamiento.

Si el comportamiento agresivo es muy recurrente, convendrá apartarle de la situación un ratito breve, al rincón de la tranquilidad para que se relaje y que cuando vuelva al grupo, pueda seguir la actividad con total normalidad. Cuanto más claras estén las normas y límites, antes interiorizarán y desarrollarán progresivamente las habilidades sociales alternativas a la agresión para resolver sus conflictos.

Excepto en el caso de que estemos seguros de que la motivación de la conducta está provocada por el deseo de obtener atención, le haremos saber que nos disgusta el que haga daño a otro niño, obligándole a pedir perdón y darle un beso.

La mejor forma de evitar estas conductas agresivas es prevenir. Los padres afectivos que exteriorizan los sentimientos y emociones propias, ayudan a que sus hijos observen y comprendan los sentimientos de los demás, indicándoles la forma correcta de resolver conflictos, les están ofreciendo la mejor base para una educación en valores y relaciones humanas. Es necesario que padres y educadores coincidan en las conductas sobre las cuales van a trabajar y sobre lo que quieren lograr. Ser específicos en la conducta que se quiere instaurar, no pedir generalidades.

Establecer normas de comportamientos bien definidas que precisen muy bien los límites entre lo permitido y lo no permitido. Pon énfasis en el comportamiento deseado, cuando te guste el comportamiento del niño, díselo, no permitas juegos bruscos que incluyan mordiscos, tortas o empujones “de mentira” y fuera de control. Ayudale a conectar con los otros niños.

Practicar con el ejemplo. No olvidar que los adultos somos modelos que copian y se debe mantener la congruencia entre lo que se hace y lo que se predica. 

CUANDO NO QUIEREN COMER

En las edades que comprende la etapa de la Escuela Infantil, la comida es un tema que nos da muchos quebraderos de cabeza, si el bebé no come, no ganará el peso que debe cada mes y esto nos pone muy nerviosos.

Los adultos tenemos claro que la alimentación es muy importante en nuestras vidas y queremos que nuestros hijos tengan una buena educación en este aspecto. Es importantísimo comer todo y de todo y adquirir una alimentación sana desde pequeños, justo en la edad que estamos educando. Dada la importancia que tiene, debemos convertir la comida en un hábito satisfactorio y gratificante. A través de ella se ayuda al niño a crear hábitos y rutinas, se le fomenta la autonomía, la motricidad e influye en la evolución del habla pues contribuye al desarrollo de la musculatura de boca y garganta.

Hay bebés que cada día cuando llega la hora de la comida, desde el momento en que ven acercarse el plato, comienzan a llorar. No siempre es fácil introducirles nuevos alimentos y texturas. Está claro que tenemos un conflicto: ¿no aceptan la comida?, ¿no tienen hambre?

Comida sólida, no gracias
Sobre el año, hay niños que se muestran interesados en los trocitos de alimento sólido pero no se deciden a probarlos, miran a sus compañeros y los gestos de los demás no pasan desapercibidos; pero no acceden a probar el nuevo alimento.

¿Por qué se niegan a comer entero si conocen los sabores?, será otro factor: ¿la textura quizás, la forma, el color, el tamaño... ? Muchos comen trozos de pan, galletas, trozos de fruta, luego sí hay alimentos que aceptan.

Expertos en la comida
Sobre los 2 años, cuando un niño no quiere comer, es difícil superar el gran reto de buscar estrategias para conseguir que cambien de actitud. Muchos ya tienen sus mañas para conseguir no comer, y saben cuales serán los alimentos que les darán cuando no hay forma de que tomen nada. Son expertos a la hora de la comida y saben muchos trucos: llorar, patalear, negarse a sentarse en la mesa con sus compañeros, meterse mucha cantidad y así no poder tragar o intentar vomitar.

Algunas veces, para que no se queden sin comer, no nos damos cuenta que no son los alimentos los culpables de que no mastiquen ni traguen, saben que después de varios intentos, conseguirá el biberón con cereales.

¿Qué debemos hacer? ¿Cómo debemos actuar durante la comida?
El primer paso que debemos dar es entrevistarnos con la familia. Conocer cuál es el comportamiento del niño y cómo tratan este tema en casa. Es posible que nos den alguna clave y podamos resolver el problema. Pero si no es así, si vemos que en casa la situación es la misma, hay de cambiar la actitud del niño hacia la comida, siempre de acuerdo con los padres, pues su colaboración es fundamental y debemos mantener las mismas actitudes.

El primer acuerdo al que hay que llegar será no forzarles, si está empezando con los purés, le acercaremos la cuchara a la boca y esperaremos que sea él quien succione el puré. Si ya come solo, pondremos en el plato poca cantidad de comida, en un principio, para que se sienta capaz de conseguir comerlo todo.

Tener paciencia, empezar pidiéndole una tarea que él vea asequible, dos o tres cucharadas; con la convicción de que en poco tiempo terminará comiéndoselo todo. Sobre todo, hay que deshacer todas las malas mañas adquiridas: distraerlos para que coman cuando no se enteran, hacer teatro, dejarle algún juguete...

No debemos sentirnos impacientes, sino tranquilos y relajados, dedicándoles tiempo y paciencia, sin agobios ni prisas, es precisamente en esos momentos cuando debemos ser constantes y estar seguros de que conseguiremos que lleguen a disfrutar de este momento. Quizás el primer día comerá pocas o ninguna cucharada, pero poco a poco le haremos sentir que puede, que es una tarea asequible para él y sobre todo le haremos tener sensación de logro: ¡qué bien se ha comido la cucharada!, ¡Qué fácil ha sido!

Cuando al año se niegan a probar el sólido, hay que adoptar una postura natural y demostrar tranquilidad, no pasa nada. Cada día le pondremos el segundo plato como a los demás, sin insistirle; si no come se lo quitaremos sin darle mayor importancia, nuestra única insistencia va a ser invitarle a probar. La postura del adulto tiene que ser sin agobio ni nerviosismo ante la situación de que no coma, tampoco estar impacientes insistiéndole y agobiándole; tenemos que demostrar una absoluta confianza de que al final lo probará. No debemos meternos en su dinámica.

El niño no debe observar que nos preocupa que no coma. Si el educador se mantiene relajado ante la postura del niño, éste se dará cuenta de que no merece la pena plantear batalla al adulto.

Si sabemos que un alimento no le gusta, la mejor postura es ponerle poca cantidad para que pueda llegar a terminarlo. Poco a poco aceptará todos los alimentos, sabores, olores, texturas...

Sobre los 2 - 3 años, cuando el niño se niega a comer puede resultar útil que sean ellos quienes decida la cantidad que quieren comer. Darles esta opción es confiar en ellos, es una actitud novedosa que les resulta chocante y divertida a la vez. El educador dejará claro que hay que servir cierta cantidad, porque no vale decidir que no se quiere nada. Tanto si es mucha como si es poca la cantidad que cada niño ha decidido, deberá comérselo todo, ese habrá sido su compromiso al aceptar el trato.

Otra estrategia que da buenos resultados es crear la figura del AYUDANTE. Cada día nombraremos un ayudante en cada mesa, que será el responsable de repartir platos y cubiertos a sus compañeros, además de ayudar a recogerlos cuando cada niño haya terminado la comida de su plato. Para ser ayudante se necesita tener eficacia, ser buen organizador, estar atento a las demandas de la mesa y terminar la comida de los primeros para organizar los platos y cubiertos. A todos los niños les encanta ser ayudante para mandar a los demás, demostrar sus cualidades y para hacer crecer su autoestima. El ayudante tiene una obligación, se lo tiene que comer todo.

Un aspecto importantísimo que no podemos olvidar es el tema afectivo, los niños por muy bebés que sean entienden mucho de cariño y afecto, saben qué personas les quieren, les dedican tiempo y les valoran. La comida suele ser muchas veces motivo de desencuentros entre adulto y niño, tenemos que ser capaces de cambiarlo y convertirlo en un momento agradable donde disfrutemos de los alimentos y la comunicación con los demás.