miércoles, 23 de mayo de 2012

EL LLANTO DEL BEBÉ


Los bebes pronto aprenden que el llanto es una herramienta de comunicación. Muchas veces lloran, pero no les pasa nada, solo quieren llamar nuestra atención. Por eso el llanto no se debe reprimir, sino interpretar. Gritará y llorará si tiene sueño, hambre, frío, miedo, soledad, tristeza, cansancio, dolor o molestias. Sus sentimientos y sensaciones negativas nos las va a poder comunicar mediante llanto y gritos. Más adelante aprenderá otros mecanismos para comunicarse.

Hay diferentes tipos de llanto:
  • Llantos de necesidad básica: hambre, sueño, caca, dolor o malestar.
La necesidad debe ser satisfecha y acompañarla con mimos esta bien, pero el origen es la necesidad a satisfacer: darle de comer, cambiar el pañal... Si atendemos a este llanto no estamos satisfaciendo su verdadera necesidad sino que reforzamos el llanto como herramienta de control. Es más conveniente mecerle, cantarle, sonreirle, estar en su campo visual hasta que se le satisfaga la necesidad.
  • Llantos de frustración: normas y límites.
Cuando empiezan a descubrirse y a interactuar con el mundo, se encuentran situaciones frustrantes y lloran para que el adulto se las solucione, como alcanzar un juguete, caerse cuando están sentados... Debemos ayudarles con la mirada alegre, pero no dárselo todo hecho, enseñarles que pueden superar situaciones por sí mismos y que además es divertido, adquiriendo así mayor autonomía, tolerancia a la frustración y poco a poco autorregular su mundo interno buscando soluciones.

Cómo calmarle
  • Mécele: Se calman con un movimiento rítmico. Mécele suavemente en la cuna o en el cochecito.
  • Ponle en posición erguida: Apóyale contra tu hombro y acaríciale la espalda mientras caminas y le cantas o le hablas suavemente.
  • Ponle el chupete: Con el tiempo, podrá ser retirado.
  • Túmbale sobre tu pecho: Recuéstate apoyándote sobre unos almohadones y pon al bebé sobre tu pecho bocabajo y acariciale la espalda para relajarle.
  • Sonriele mirándole a los ojos, háblale, dale seguridad, no es bueno aumentar la tensión con nuestros nervios.
Muchas veces no hay que hacerle caso hasta que se calmen; decirle “no” con expresión de enfado, con determinación pero sin dureza, sabiendo que es por su bien. Si se atascan en el llanto, hacerle reír cantando o dándole un juguete antes de cogerlo, que no asocie “llanto-brazos” y comience un bucle que reforcemos sin darnos cuenta.

Todo se puede conseguir con rutinas, crear hábitos da seguridad y confianza en la medida en que sabe lo que sucederá a continuación. Un niño que se siente seguro es un niño feliz.

Objetos de consuelo
Es posible que tenga un juguete o un objeto de apego del que no suele separarse y al que recurre en los momentos “críticos”, suelen ser un peluche o una mantita. Le ayudará a dormirse y sentirse seguro en determinadas situaciones. No hay motivo para preocuparse, ni razón para retirárselo. Con el tiempo se irá haciendo más independiente y terminará por olvidarlo.

¿Por qué llora un niño mayor?
Al crecer su patrón de llanto cambia, aprende más medios para comunicarse. Sus lloros son más fáciles de interpretar. Un paso fundamental en su comunicación es la adquisición del lenguaje, dejando el llanto para mostrar rabia, pena, dolor o conseguir lo que desean.
  • Sentimiento de rabia: es muy sano exteriorizarlo en forma de llanto. El niño pasará rápidamente del lloro escandaloso a una situación de absoluta normalidad, porque ha tenido la oportunidad de manifestar lo que sentía y por lo tanto le es más fácil recobrar la serenidad.
  • Conseguir lo que quiere: Ante esto no se debe ceder, sino dejarle llorar, que se vaya apaciguando poco a poco. Durante una rabieta es absurdo tratar de razonar, hay que estar a su lado y cuando se haya calmado, hablar de lo que ha ocurrido. Si le consentimos, aprenderá a utilizar esta herramienta para conseguir lo que quiere. Si comprueba que este recurso no es eficaz, dejará de utilizarlo.
  • El miedo también es motivo de llanto. Con sus pocos años, puede parecerle aterradora una situación nimia para un adulto. Respeta su miedo y razona con afecto, explicándole que no existe tal peligro. Ofrécele seguridad.
  • Cuando se hace daño, se suele actuar de dos formas distintas y equivocadas:
    1. Coger al niño y llenarle de besos, exagerando lo ocurrido. Se consigue que se asuste al creer que el incidente es más grave de lo que creía y llorará desconsoladamente. Ofrecerle un premio y para que “deje de doler”. A partir de entonces el niño aprenderá el patrón y reproducirá la misma escena cada vez que se lastime.
    2. Subestimar el daño, diciéndole: “no llores más, no ha sido nada”, “los chicos no lloran”, etc. Se ha caído, probablemente le duela y se ha asustado. Hay que tranquilizarle y comentar el susto que se ha dado más que el daño que se haya hecho.

Debemos recordar que somos un modelo permanente para ellos, debemos guardar la calma y tener paciencia, ya que somos su sustento de seguridad, no es bueno aumentar la tensión con nuestros nervios o miedos. Todo se puede conseguir con rutinas o “secuencias de acciones repetitivas cotidianas que le crearán un habito”, ésta es la clave para que sientan seguridad. Un niño que se siente seguro es un niño feliz.



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